Cuando a principios del año 2004 Daniel López-Fidalgo me propuso escribir una serie de artículos para su revista Confutatis, en Internet, yo le respondí:
-¡Pero si no sé nada de música!-
Él me sonrió, y dijo:
– Acabo de leer tu novela, y creo que podrías escribir sobre cualquier cosa que te propusieras. ¿Por qué no escribes una serie de artículos sobre pintura, filosofía o literatura, y luego los pones en relación con la música? A cambio, te propongo encontrar un editor para tu libro.
Acepté el trato, no porque me viera capaz de escribir algo mínimamente interesante sobre la materia, sino porque hacía casi dos años que mi novela hibernaba en una gaveta, y me hacía mucha ilusión que alguien, además de mis amigos, pudiera acceder a su lectura.
Al año siguiente, en octubre de 2005, apareció Imago Mundi, publicada por una pequeña editorial madrileña.
Por lo demás, los artículos que escribí durante aquellos años, supusieron el aprendizaje y la constatación de algo que ya había descubierto con anterioridad en el arte de las letras: la de la música como fuente inagotable valores, más allá de los puramente estéticos.
El resultado de aquel esfuerzo es La Música de las Esferas, que hoy transcribo en este blog, con la ilusión del naúfrago que sueña con lanzar su mensaje en una botella, y la esperanza de que llegará, finalmente, a los navegantes de las orillas más apartadas.
-¡Pero si no sé nada de música!-
Él me sonrió, y dijo:
– Acabo de leer tu novela, y creo que podrías escribir sobre cualquier cosa que te propusieras. ¿Por qué no escribes una serie de artículos sobre pintura, filosofía o literatura, y luego los pones en relación con la música? A cambio, te propongo encontrar un editor para tu libro.
Acepté el trato, no porque me viera capaz de escribir algo mínimamente interesante sobre la materia, sino porque hacía casi dos años que mi novela hibernaba en una gaveta, y me hacía mucha ilusión que alguien, además de mis amigos, pudiera acceder a su lectura.
Al año siguiente, en octubre de 2005, apareció Imago Mundi, publicada por una pequeña editorial madrileña.
Por lo demás, los artículos que escribí durante aquellos años, supusieron el aprendizaje y la constatación de algo que ya había descubierto con anterioridad en el arte de las letras: la de la música como fuente inagotable valores, más allá de los puramente estéticos.
El resultado de aquel esfuerzo es La Música de las Esferas, que hoy transcribo en este blog, con la ilusión del naúfrago que sueña con lanzar su mensaje en una botella, y la esperanza de que llegará, finalmente, a los navegantes de las orillas más apartadas.
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